El Monasterio de San Jerónimo de Valparaíso es la primera obra del gótico cordobés. El monasterio fue fundado a principios del
siglo XIV por parte del ermitaño portugués
Hermano Vasco. Tras venir de Italia donde acudió a perfeccionar su fe eremética, volvió a Córdoba decidido a crear la Orden de San Jerónimo de la cual no había por entonces representación en España. De propiedad privada, el
21 de noviembre de
1980 es declarado bien de interés cultural
Origen del Monasterio
Recabando apoyos para su obra, encontró la ayuda de
Inés de Pontevedra y su marizo
Diego Fernández de Córdoba, el alcaide de los Donceles, los cuales donaron en el año
1394 los terrenos necesarios para que el Hermano Vasco construyera su monasterio en las faldas de Sierra Morena en un paraje conocido como Valparaíso. La obra del propio monasterio no comenzó hasta el año
1408 cuando el prelado
Fernando González Deza y Biedma concede autorización para la misma ampliándola en
1420 con
doce cahíces de pan terciado cada año, trescientas arrobas de vino, mucho aceite, y las vertientes, o como ahora llamamos, Laderas de San Jerónimo.[1] - La fachada principal, decorada con muchos balcones y ventanas simétricamente colocados, presenta una bonita perspectiva. La portada, sin duda más moderna, es de piedra, como todo el edificio, y en el centro tiene un medallón de mármol blanco con un relieve representando a San Jerónimo.
- En el interior llama la atención el patio principal claustrado con columnas de orden dórico. Sus bóvedas son góticas, y la parte alta la corona una extensa y hermosa azotea. Hay en estos claustros cuatro excapillas, y al lado de la que llamaban de la Pasión fue enterrado el doctor Antonio de Morales, padre de Ambrosio, cronista de Felipe II, quien en una lápida de mármol blanco le puso la siguiente inscripción, aún existente cuando visitamos aquel edificio. Decía así: D. O. M. S. Antonius Morales Cordubensis honesto et undequaque probatissimo genere ortus, Medicinae doctor praestantissimus, quem plangunt pauperes, inclamant divites, et tota pene Baetica ademptum luget hic situs est. Obiit anno salutis MDXXXV. Hoc tibi, care pater, natus cum carmine saxum Dat, coeca obscurus ne tegereris humo. Nil majus potuit pietas perculsa dolore Quod dedit haec meritis inferiora tuis.
- Todo el edificio en general es muy hermoso y digno de haberlo dedicado a algún objeto útil, como el manicomio que quiso establecer allí el notable médico contemporáneo don Antonio de Luna, de quien nos ocupamos en nuestro paseo por el barrio del Salvador y Santo Domingo de Silos.
- El refectorio y la sala de capítulos eran notables. La iglesia antigua aún existe adosada a la moderna. Es esférica y por ella se entra en el panteón de la comunidad, en que existen algunas bovedillas.
- La segunda, labrada en 1704, tiene una bonita portada gótica de mármol blanco. El interior tenía, y aún conserva en parte, un simétrico embaldosado blanco, rojo y azul; de estos dos últimos colores eran también el zócalo que rodeaba todo el templo, y del que se arrancaron algunos tableros para hacer los sepulcros que en la iglesia de San Hipólito guardan los restos de Fernando IV el Emplazado y su hijo Alfonso XI
- En la parte de pavimento que ha desaparecido le tocó igual suerte a la lápida que cubría los restos del obispo don Pedro de Córdoba y Solier, de quien ya hablamos al hacer mención del famoso don Alonso de Aguilar. Era el siguiente: D. O. M. ¡Ecce hospes! fueram qui nobilitatis origo Hoc humil i Petrus nunc premor in tumulo. Corduba cognomen, patriam, sedemque peramplam Mi dedit, ac sedes vitaque bulla fuit. Quod nunc es fuimus, quod nunc sumus ipse futurus Quam cito preatereat nostra figura, vides. Obiit anno domini 1476.
- Poco adorno daban a esta iglesia los retablos de altares, en su mayor parte pintados en el muro. Pero lo era y muy notable, por lo que interesaba a nuestra historia, otro que el abandono y la incuria han hecho desaparecer. Allí lucían, como recuerdo de nuestras glorias, los trofeos militares que los marqueses de Comares dejaron para colocar sobre su sepulcro, no existentes, y con los despojos y banderas que los Reyes Católicos recogieron en la conquista de Granada y dedicaron a este monasterio, hospedaje de ellos el tiempo que se detuvieron en Córdoba para los aprestos militares, antes de emprender y realizar tan gloriosa empresa. Las habitaciones en que éstos moraron eran las contiguas al coro.
- Varias otras curiosidades conservaba esta comunidad con el aprecio y cuidado necesarios. Entre las reliquias debemos citar la espina de la corona de Jesús, con auténtico, que hoy existe en el convento del Cister, como en su lugar dijimos, teniendo concedido rezo propio en día determinado, cuya bula hemos leído; la pequeña campana del Abad Sansón y el ciervo de bronce, resto de la célebre Medina Azahara, de que hablamos en el Museo Provincial , donde existen; una espada que perteneció a Aliatar, famoso alcaide de Loja; un capacete de hierro con cenefa de metal, en que había unas letras tan borradas que no podían leerse; un cuchillo como de una tercia, con puño de marfil y la hoja dorada; un puñal; un coleto de gamuza forrado de acero y claveteado por fuera con tachuelas; un acicate y una bocina -estos objetos se decía haber pertenecido al Gran Capitán-; un puñal y varias alhajas del Rey Chico de Granada, y por último, la capa de coro que ya dijimos haberse hecho del traje del corsario Barbarroja. Lástima es grande que no se hayan conservado estas antigüedades, que, como el ciervo y la campana, podían lucir en el museo.
- Los monjes de San Jerónimo bajaban a la ciudad para cuanto se les ofrecía, cabalgando unas magníficas mulas que al efecto tenían, y se hospedaban en la hoy casa número 7 de la calle de San Felipe, que era de su propiedad y tenían destinada a este objeto.
- Tanto en la iglesia como en otros puntos de aquel edificio reunieron los jerónimos algunas buenas pinturas, entre ellas dos o tres de nuestro célebre paisano Pablo de Céspedes, de quien tan poco conservamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario